Vistas de página en total

sábado, 12 de septiembre de 2015

Yo también tengo mi historia

“Y es que el tabique que separa
la sana autoconfianza de la insana arrogancia
es realmente muy fino”
Haruki Murakami
De qué hablo cuando hablo de correr

Hace unos días Sumito Estevez escribió un artículo que titulado “¿Por qué yo no podría votar por el chavismo?” en el que daba cuenta del porqué había votado por Chávez en 1998 y los motivos que lo llevaban ahora a desistir de repetir la acción de apoyo a quienes continúan su “legado”.
A los pocos días, Nicmer Evans le replicó con “Respuesta a Sumito Estevez de un chavista”, donde argumenta su voto a Chávez, y expresa porque no votaría ni por el PSUV ni por la MUD; se hace propaganda y no pierde tiempo explicando porque votó por Maduro.
Ambos artículos tienen en común que parten de su “vida antes de Chávez” como fundamento para explicar porque decidieron contribuir con – al menos – su primer triunfo.  Yo he decidido tomar el “espíritu” de ambos escritores para describir mi propio proceso.
Para facilitar la lectura, enumero cada dato y comentario:
  1. 1.     Mi papá era un obrero, estudió hasta 3er año.  Mi mamá, estudió hasta sexto grado, tenía una letra perfecta y aunque trabajó, desde mi nacimiento su labor era “del hogar”.
  2. 2.     Con una casa que mantener y varias bocas que alimentar, durante un tiempo mi papá le tocó trabajar lejos de la familia, en Trujillo y Zulia, mientras mi mamá estaba en Caracas.  Sus cartas delatan la peladera de bolas que vivían.
  3. 3.     Una vez, trabajando para el gobierno, los adecos botaron a mi papá porque decían que era comunista.  La verdad es que ni mi mamá ni mi papá pertenecieron a ningún partido.  Sospecho que muchas veces votaron por COPEI.
  4. 4.     Hasta mis 8 o 9 años vivimos en la Urbanización Weekend, casi llegando a Catia La Mar, y en un tiempo lo único que hubo en la casa para comer fue pasta, algunas veces solo con mantequilla.  En ese tiempo estudiaba en el Armando Reverón de Guaracarumbo, y cuando se pudo yo llevaba cada mañana una arepa con diablito que preparaba mi mamá.
  5. 5.     Luego nos vinimos para Caracas, y vivimos unos 6 meses en los bloques de Ciudad Tablita, en Catia, para después mudarnos a San Agustín del Norte al apartamento nuevo que mi abuelo le regaló a mi mamá.  Fue su “herencia en vida”.
  6. 6.     Estudié Bachillerato en liceos privados. No estamos hablando del Colegio Francia o algo parecido:  el San Rafael de Pagüita, el que está frente a Miraflores, de 1ero a 3er año y el Instituto Unitario del Centro en la Avenida Universidad, el diversificado.  Mis padres decidieron hacer el esfuerzo y pagar mis estudios en esas instituciones privadas. ¿Hay algo malo en que no haya estudiado en el Fermín Toro o en el Andrés Bello?
  7. 7.     Desde los 11 años empecé a jugar tenis. Mi papá me llevaba a practicar en el frontón de la UCV todos los domingos.  En bachillerato y después de graduarme entrenaba regularmente en el complejo de tenis gratuito que está en La Paz.  Con mis ahorros de aquí y de allá me compre mi primera raqueta profesional.
  8. 8.     Después ingresé a la UCV a estudiar biología, y desde 1981 a 1988 hubo dificultades, faltaron recursos, se hicieron paros y tuvimos muchos jueves de encapuchados quemando cauchos y lanzando piedras.  No era un jardín de rosas, pero nunca se dejó de hacer una práctica de laboratorio, o se canceló una salida de campo.
  9. 9.     Desde 1982 he trabajado.  En el Museo de los Niños (ganaba 10 Bs la hora, más de dos dólares para la fecha), vendiendo boletos los fines de semana en el Zoológico de Caricuao, y luego siendo preparador de Biología Animal, Bioestadística y Genética durante casi toda la carrera.  También trabajé sacando fotocopias.  En mi último año de estudio trabajé en el Metro de Caracas, como operador de estaciones. Con cada trabajo me pagaba mis gustos y cubría muchas necesidades, porque mis padres no les sobraba el dinero.  Por ejemplo, en 1983, semanas después del “viernes negro” con mi dinero me compré una cámara profesional marca Nikon, junto con dos lentes. 
  10. 0.        En la UCV hubo un tiempo en que apoyé a los “independientes” a la plancha 69, los que no eran ni adecos, ni copeyanos ni masistas.  Busque votos para ellos, fui su representante en una mesa durante elecciones y con ellos descubrí que cuando la cúpula tiene una decisión tomada la “consulta” es una pantalla.  Recuerdo cuando fuimos mayoría y tuvimos los votos para elegir al Decano de Facultad, en vez de negociar para garantizar mejoras para los estudiantes, la decisión fue votar nulo.  Tanto nadar para morir en la orilla.  Allí quedó mi participación política.  Por cierto, prácticamente todos esos “independientes” han estado e incluso continúan en el gobierno desde 1999.
  11. 1.    Recién graduado me fui a trabajar en el Ministerio del Ambiente, integrando el cuerpo de Guardafaunas, conformado por más de 30 profesionales la mayoría con menos de tres años de graduados.  Finalizaba el Gobierno de Lusinchi y empezaba en de CAP II.  Yo no era adeco.  En 1989 estuve 21 días contando chiqüires en Apure, junto a otros profesionales, y con esa información se establecieron las cuotas de extracción de ese año.
  12. 2.     También estuve vinculado al Programa de aprovechamiento de babas, y cuando surgió una denuncia pública de corrupción me tocó sentarme con la Presidenta de la Comisión del Congreso encargada de la investigación (una diputada adeca en pleno gobierno de CAP II) para explicar cuál era mi trabajo y responder – técnicamente – sobre las inconsistencias que ella me mostraba.  Si no había explicación técnica que soportara la cifra nadie me chantajeaba o amenazaba para que yo inventara una.  Una vez lo intentaron, y yo no firmé el informe.

La historia podría seguir largamente con detalles de los 6 meses bañándome con tobitos de agua, o los dos trabajos que tuve que realizar por unos siete meses que nos permitieron comprar un carro, o los dos cursos que realicé en el IESA pagados por Fundayacucho gracias a un convenio entre esas instituciones, todo antes de la llegada de Chávez, pero no quiero cansarlos y me apresuro a dar una conclusión, tal como hicieron Sumito y Nicmer.
Podría todo lo anterior, esta lista de sucesos, de fortunios e infortunios, definir por quién habría de votar en alguna situación.  Si mi respuesta fuese afirmativa estaría reconociendo que mis decisiones fundamentales, como a elegir a un presidente, las tomo con el corazón o, peor, con los intestinos, y no con la cabeza. 
Y es allí la esencia del problema.  Conozco a mucha gente de extracto muy humilde, algunas descendientes de inmigrantes, que estudiaron en liceos públicos y luego en la UCV, con muchas limitaciones, más de las que yo mismo menciono y su respuesta no fue votar por Chávez para que reivindicara los años “sufridos”.  Y esa gente no era adeca o copeyana. 
Yo al igual que ellos pensé en el candidato, su historia, su oferta; y no en el deseo de que alguien me reconociera y se condoliera de los sacrificios míos y de mis padres.  Y fue por ello que nunca voté por Chávez. 
Y dado la conducta de los candidatos chavistas cuando han tenido el poder, es evidente que no se puede votar por ninguno de ellos, y no es un asunto de intestinos.


Alejandro Luy