En el Aeropuerto Internacional de la Chinita, un gran pendón
ubicado en la zona de la Feria de comida está compuesto por la cara de Chávez
con la mano derecha en su sien, haciendo el saludo militar, y la letra de
Patria Querida.
Y es que en todos los aeropuertos del país, Maiquetía,
Puerto Ordaz, Barquisimeto, está presente Chávez. Bueno, realmente el “Gigante eterno” es
omnipresente en el país gracias a la adoración no solo de la gente común sino
de quienes lo usan como una especie de comodín para esconder sus debilidades y
la crisis institucionales del estado y del PSUV. Los “ojitos” y la firma en los edificios
públicos y en los de la Misión Vivienda Venezuela, las caricaturas y fotos las
páginas web oficiales o en los carteles en Supermercados Bicentenario, Mercales
o PDVALes, la exposición “Chávez lector” en la Estación del Metro de Chacaito.
Y es que Chávez sirve como amalgama para crear el espíritu
de cuerpo hacia la revolución; lo hizo vivo y también una vez fallecido, pero
¿podrá seguir siéndolo?
Lo que se escucha muy frecuentemente en la calle, que en la
actualidad es la cola el día que te toca comprar por la terminación de tu
número de cédula, es que “si Chávez estuviera vivo, esto no estuviera pasando”,
“el haría algo”. “Esto” se refiere a la
calamidad para conseguir y comprar productos.
Nadie puede demostrar que esas afirmaciones no sean cierta, y como nunca
se vivió algo parecido en magnitud a lo que hoy ocurre, la declaración luce
irrebatible. Cuando Chávez no era así, ni tampoco sería hoy.
Ahora, el haber exacerbado la imagen y el significado de
Chávez, es la peor propaganda para Maduro. Mientras el Gigante esté más
presente, la comparación de su buena gestión con la de Maduro (aunque este
venda con Osorio la tesis de la Guerra económica) siempre dejará en claro que
Chávez podía y su “hijo” no.
La alabanza continuada a Chávez es la palanca que sustenta
la crítica a la incapacidad de Maduro por parte de aquellos que fueron o que
aún son chavistas. Que el sostén de
comunicación del gobierno siga siendo la alabanza a Chávez es, sencillamente,
la política de Chacumbele: “el mismito se mató”.
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