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viernes, 29 de abril de 2016

El traje típico

La elección del mister Venezuela la asumí como una respuesta muy seria a una necesidad del país, como es la de reconocer que este no puede ser el territorio de las mujeres bellas si al mismo tiempo no es el de los hombres bellos, guapos o atractivos. El adjetivo es lo de menos, lo importante son los genes.
En un corto período de participación en eventos internacionales, nuestros mister Venezuela han tenido una muy digna actuación, dejando muy en alto las facciones, los músculos y las proporciones de los caballeros de esta tierra de gracia. De los electos en los tres primeros concursos, dos tuvieron éxito en sus retos mundiales: Sandro Finoglio fue mister Mundo y Ernesto Calzadilla ganó el certamen Mister Manhunt International.
Pero el orgullo es mayor, porque los factores claves para la obtención de los títulos en otras latitudes no sólo han sido la belleza física y la capacidad intelectual de los representantes, sino el talante con el cual pueden enfrentar los momentos duros de un concurso como puede ser la presentación en traje típico. La prueba de mi afirmación quedó demostrada en el más reciente concurso de belleza masculina, en el cual el joven Nadir Nedy, finalista del Mister Venezuela de 1998, vistió en el concurso de Mister Internacional celebrado en la India, un curioso traje típico: el de pájaro guarandol.
Dada mi ignorancia sobre este pajarraco, su omisión en la Guía de las Aves de Venezuela, y la falta de visión de los medios de comunicación al no mostrar la foto de tan original traje, sólo me ha quedado imaginarlo en tonos naranjas, amarillo y negro, es decir con los colores de un turpial, con una extensión de tela entre el torso y los brazos para que Nadir abriera sus extremidades superiores en señal de vuelo. Completa el traje el piquito y la colita emplumada.
Sinceramente me declaro ansioso para ver las próximas ediciones de los concursos internacionales de belleza masculina para poder disfrutar la manera como nuestros diseñadores resuelven el traje típico y el representante venezolano lo luce con prestancia y altivez, condiciones necesarias para poder vestir tan retador atuendo que refleja nuestra idiosincrasia.
Que los modistas -que son quienes saben- me perdonen la osadía, pero deseo sugerir un par de trajes para los próximos concursos. Podrían diseñar un traje de burriquita con el cuerpo del animal vestido de una sobria gabardina italiana gris burro, acompañada por unos pantalones negros, camisa blanca de seda, un sombrero de paja adornado con lentejuelas de donde nacen unas clinejas rubias o pelirrojas, para dar exotismo al vestuario.
O qué tal ataviar a nuestro mister Venezuela de carite: chiffon rosado ceñido al cuerpo, adornado con mostacilla, atrapado en una atarraya adornada de cristales y una colonia penetrante que recuerde el olor del área de las pescaderías del mercado de Quinta Crespo.
Estoy seguro de que a los mister Venezuela le sobrará eso que llaman charm para pasear tan autóctonos trajes por las pasarelas internacionales y honrar la belleza masculina del país. Mucho éxito, caballeros.

Alejandro Luy

Nota:  Por este premio obtuve el mejor artículo de opinión de Nuevas firmas en el año 2000

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