Fiestas Talibanas
Alejandro LuyEl primer acto talibán de la navidad son los adornos navideños que aparecen en cualquier rincón. Empieza diciembre y uno encuentra en una cauchera, en la oficina, en la entrada del quirófano de la clínica y en la funeraria "a typical Christmas tree", es decir, un arbolito de navidad. Y en la noche brillan lucecitas en los balcones, en las tiendas, en los alambres de púas que protegen al edificio de la clase media y en la camionetica que hace el recorrido Santa Lucía-Caracas. Gracias a esta necesidad de envolvernos en iconos navideños, los alcaldes de Venezuela ejecutan la más importante acción de políticas públicas en el año: una correcta ornamentación de navidad en las plazas y calles de su municipio.
Luego vienen las fiestas y reuniones familiares. Si estas casado, si estas soltero, si te botaron del trabajo, si las ventas fueron malas a causa de los buhoneros, si te matraquearon los tombos por ser buhonero, si se casó un amigo o se divorciaron varios conocidos, en diciembre todo se olvida porque llegó la rumba. El clímax de la celebración es por supuesto noche buena y año nuevo, donde el festejo incluye ropa de estreno. Atrévase a decirle a la familia: "quiero recibir el año haciendo algo diferente" o de manera más directa "mi amor porqué no nos quedamos en casa" para que de inmediato le espeten, "no empieces con la necedad", para luego coronar con "recuerda que nos comprometimos a ir a casa de la tía Eulalia y llevarle los higos secos. Es verdad que nos vamos a aburrir, pero eso no es motivo...".
El otro asunto de las celebraciones talibanas es la comida, que se resume a bollo y hallaca. ¿Sabe usted que hay gente que sufre en la temporada porque no le gusta la mezcla de carne, pasitas, cebolla y masa de harina de maíz cubierta con hoja de plátano? Una mañana cualquiera usted sugerirá: "¿mi amor porqué no desayunamos un periquito, arepas, caraota y un quesito de mano", y recibirá como respuesta la pregunta que suena a orden "¿por qué no te comes un bollo de la comadre con un poquito de ensalada que está guardada en el tupperware azul?". Por eso no es casual que el himno ritual digno de Al-Quaeda de estas fechas sea "digan lo que digan no discuto más, la mejor hallaca la hace mi mamá". ¿Cómo podemos pedir diálogo al gobierno si la fundamentalista cancioncita ha marcado nuestra vida?
Pero todo jolgorio -más aún el talibán- debe contar con la música propia de la temporada, que en nuestro caso son las incalificables gaitas. Entre palo y palo uno no sabe si es Amparito o el Negrito fullero quien vende bollos en el mercado, se le hace un nudo en la garganta cuando va pa´ Maracaibo y empieza a pasar el puente, y busca respuestas en aló presidente aló. Afortunadamente, y emulando a la estrella de Belén, las gaitas y sus intérpretes brillan y desaparecen durante el mismo mes.
La guinda de la torta en las obligadas celebraciones navideñas son aquellos buenos deseos que - según dicen - flotan en el aire y milagrosamente viven a pesar de que hemos oído durante 360 días que la economía está mala, que los hospitales no funcionan, que la corrupción sigue galopando, que los precios del petróleo van en picada, que el deterioro ambiental amenaza nuestra supervivencia, que el gobierno no sirve y tampoco la oposición.
El proceso talibán que nos obliga a ser felices por decreto divino es lo que explica que los más críticos escritores de opinión se atrevan a redactar cartas públicas al niño Jesús donde expresan anhelos imposibles de cumplir por el hijo de Jesús y María, ni que cuente con el apoyo de San Nicolás y los renos. Es una consecuencia de las fiestas talibanas que, como un acto reflejo, por estas fechas todos los articulistas terminen sus escritos deseando feliz navidad y un próspero año.
Muy bueno Alejandro. Me hiciste recordar al poeta Manuel Rodriguez Cardenas que pensaba algo parecido antes de que aparecieran los Talibanes !Celebremos pues esta navidades con ron y chanfainas que después de todo son la misma vaina! Esto por supuesto lo decía en la intimidad.
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