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martes, 4 de julio de 2017

Reivindicando a la orquesta


I

Para dibujar una acción desatinada, de aquella que parece absurda por el momento en que ocurre, se suele hablar de la orquesta del Titanic que - según se dice - interpretaba una pieza mientras se vivía el caos que llevaría al hundimiento del barco.
Por supuesto, a lo lejos de espacio y tiempo, parece tener mucho sentido preguntarse qué pasaba por la mente de los músicos y su director cuando ante el inminente riesgo de muerte ellos decidieron quedarse sentados con sus instrumentos para hacer su trabajo.
Ahora, no sé cuantos se han preguntado qué podían hacer los músicos ¿Tapar el hueco del barco? ¿Sacar el agua? ¿Fabricar botes? Acaso diseñar con los colchones o muebles improvisados salvavidas para distribuirlo entre la gente.  Quizás podrían haber corrido de un lado a otro para ellos mismos tratar de abordar una de las embarcaciones que en su conjunto eran insuficientes para salvar a todos los pasajeros.
Algunas de esas acciones no habrían ayudado en nada a solucionar el problema fueses o no músico o marinero, y para otras se requería un conjunto de conocimientos y/o habilidades que no necesariamente tenían los que conformaban la orquesta.
Los músicos de la orquesta hacían lo que sabían hacer, lo que hacían mejor, y en ese momento quizás lo único que tenía sentido: tocar música.

II
Si el incidente que relatamos suena absurdo, imagine que mientras la orquesta del barco toca, alrededor de ella haya un conflicto entre los pasajeros quienes discuten sobre lo que deben interpretar o si hubo un error del chelista Roger Bricoux o del director Wallace H. Hartley.

III
¿Y esto qué tiene que ver con nuestra Venezuela de hoy (porque al final quiero hablar de la Venezuela de hoy)?
El rollo no es que el barco se hunde y la orquesta toca, sino que el público discute sobre cuál es la pieza que tienen que tocar. 
Basta que la principal coalición de oposición, te guste o no, la Mesa de la UNIDAD DEMOCRÁTICA - MUD, con su bagaje de aciertos y errores, señale una acción o no haga nada, para que uno que está mirando diga “cómo se les ocurre”, “mayor ridiculez”, “gran cosota, están pasado de bobos” para luego concluir, concluyentemente, “así no vamos a salir de este gobierno”.
La MUD está constituida por partidos políticos y personas bastante distintos en cuanto a filosofía y creencias, y por ello no dudo sobre las complejidades que deben rodear una decisión.  Y lejos de preocuparme esa situación me tranquiliza porque intuyo que cualquier acción que proponen tendrá promotores y detractores, pero al final avanzó porque hay algo que aglutina.
Me es mucho más fácil creer en eso que un filósofo apoltronado en Argentina, un escritor de libros o una periodista en cualquier ciudad de los Estados Unidos, o alguien del chavismo disidente que le importa – en este momento – tanto las formas que se olvida del fondo.
El barco se hunde.  Si me dicen que reme, remo.  Y si lo que puedo hacer es hacer lo que se hacer, toco el violín.

Y todo esto se hace para que un día podamos construir un nuevo barco con el aporte de todos.

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