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viernes, 3 de abril de 2015

Prohibido confundir esperanza con oportunidad

I
Noveno inning.  El equipo pierde por tres carreras, pero las bases están llenas. ¿Podrán darle la vuelta a la tortilla y ganar el juego?
La respuesta del fanático es la esperanza: ¡por supuesto! Este no se pone a analizar, porque en la esperanza solo hay deseo.  
"Claro que vamos ganar", y esto no tiene nada que ver con las características de los bateadores propios o del pitcher contrario. La esperanza es un acto irracional. 
Quien está afuera de los sentimientos, lo que ve es la oportunidad, una mezcla de estadística, capacidad de pitcher, estrategias de los manager, el bateador y su desempeño en la serie, el día, la temporada o en su carrera.  Aquí es pertinente, normal, y hasta necesario, el escepticismo que no es otra cosa que la probabilidad (baja) de que algo ocurra en función de los datos con que se analiza la situación.
La esperanza tiene que ver con la fe, que en su sentido más extremo es el fanatismo.
Evidentemente, muchas veces la oportunidad y la esperanza pueden unirse. 
Pero lo que termine pasando en ese noveno inning no es producto de análisis o de fe, sino será la resultante de la actuación del pitcher y el bateador, y eventualmente del resto de los jugadores en el campo.  Un lanzamiento malo, o un cuadrangular del bateador con el peor promedio, en el que nadie cree, puede hacer que la fe valga más que la estadística. 

II
A decir de los comentarios de varios amigos, parece que no he logrado comunicar de manera clara mi idea cuando escribí sobre el Ministerio de Ecosocialismo y Aguas.  Quizás se deba a ellos lo han leído desde el escepticismo, fundamentado en análisis racionales basados en experiencias previas, difíciles de objetar; absolutamente comprensibles.
Pero como a mi me importa tanto lo que he dicho - y sostengo - utilizo esta líneas para aclarar lo que no fue entendido (acto contrario a lo que recomiendan los escritores):  yo no estoy hablando desde la fe.  Yo estoy claro de que "los deseos no empreñan". 
Hablo de la racionalidad de las oportunidades. De la posibilidad de cambiar las cosas si los jugadores hacen sus jugadas. No soy optimista, tampoco pesimista. Ninguno de esos sentimientos han sido expuestos en mis palabras.
Mi artículo pretende ser al Ministerio y al Ministro, lo que las señas de un coach de tercera a un bateador que está en el plato y tiene tres hombres en base:  una sugerencia (para mi necesaria), que no es otra que esperar el picheo adecuado; no le tires a bolas malas.

III
Los que les gusta el béisbol conocen la máxima de Yogi Berra: el juego no se acaba hasta que termina.
Y yo sigo en las gradas tomándome una cerveza, para ver las jugadas hasta el out 27.

-- 
Alejandro Luy

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